Nicolás Daza Abello
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El cuento “El libro de arena”, de la obra de Borges que lleva el mismo nombre, nos plantea
como eje central la introducción de un libro muy particular y con características
inigualables las cuales consisten en la enumeración, relativamente confusa, de páginas y
capítulos, así como su referenciación con elementos culturales distintos a los conocidos en
América Latina. Esto acompañado de una puntuación repetitiva y constante que permite
diferenciar con claridad cada idea simple que se presenta, las cuales forman la idea
compuesta de cómo el libro de arena, en su virtud infinito, termina por devorar
psicológicamente al autor, haciendo que, un libro sin inicio ni fin pueda ser un eterno
aprendizaje o sufrimiento.
Claramente hay una distinción entre las varias percepciones que se tienen sobre lo infinito y
lo eterno, donde constantemente se encuentran contraposiciones que no siempre
concuerdan entre las personas; personalmente considero que la templanza de la eternidad
está sujeta a la condición social del individuo, debido a que, si este no tiene nada que
perder, puede vivir por siempre sin problema alguno; sin embargo, la connotación del libro
trasciende lo social y pasa la frontera que delimita lo emocional. En este cuento se da
cuenta de cómo el protagonista termina siendo superado por el libro de arena y no soporta
la particular característica de este, su infinitud. Según Colomer (2001), “El tiempo eterno es
la posesión perfecta y total de una vida interminable que horroriza al individuo porque no
se distingue entre sí mismo y el constante ego”, dando lugar a que el tiempo infinito, en
cualquiera de sus presentaciones, sea un martirio para el hombre. No obstante, de acuerdo
con Kentish (1947), “la eternidad no implica sufrir, es la oportunidad de ver progresar al
mundo, por tanto, un relato eterno es una constante sorpresa, un tesoro literario con un
valor extraordinario de nunca acabar”; haciendo que la infinitud sea considerada una puerta
hacia la mejoría y aprendizaje, que tenga utilidad para sí mismo y para la sociedad.
¿Debe el ser humano aspirar a la vida eterna? Prácticamente no, por una gran cantidad de
razones que no alcanzo a mencionar, pero la principal reside en que, psicológicamente, la
mentalidad del hombre no tiene el poder de soportar una vida eterna. Por lo tanto, la
existencia de un libro “de arena”, es decir, infinito, implica que el lector también se vea
afectado, impactado mentalmente, por el poder y peso psicológico que ejerce la eternidad
del libro. Que no se le encuentre inicio ni final puede hacer que se vuelva loco por
encontrarle algún desenlace. Como dice mi madre: “Todo lo bueno debe acabar”; si el libro
fuera y tuviera ese valor tan grande a nivel de tesoro, debería acabar, porque todas las obras
literarias de gran trascendencia han tenido un final; si estas obras fueran infinitas,
¿seguirían siendo consideradas las más valiosas en la historia literaria y de la humanidad?