El Futuro
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- 16 jul 2020
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Por: Ángel Ávila
Muchas veces señores, los políticos y la personas en general, nos basamos en principios de rencor y de ataque hacia al oponente para conseguir mover la conciencia del aclamado pueblo. Más hoy no nos fijaremos en los errores de los exmandatarios latinoamericanos, ni en el fracaso de sus modelos. Hoy señores, presento una responsabilidad de hablar sobre el futuro, el futuro es el pueblo, porque el pueblo lo es todo. Vengo a comentarles los planes que tengo previstos para Colombia, muchos me llamarán un iluso, y encontrarán lagunas dentro de estas proyecciones, pero el mayor de mis sueños es ver a la Colombia Libre, una Colombia donde la convivencia del pueblo con el estado sea lo que se determina como armonía. No soy nadie, para decirles el camino a seguir, porque, si les soy sincero, ni siquiera sé el camino.
Supóngase ustedes que Colombia se ha construido por una trocha con muchos obstáculos e impedimentos que han desviado a sus gobernantes de una sana administración de los recursos del arca nacional, hoy no vengo juzgarles, pero si le quiero decir al más grande pueblo de las naciones, que es nuestro deber transformar ese camino estrecho y mal construido, en una gran autopista donde la moral y el progreso sean todos sus objetivos. Desde mi humilde posición quiero ayudar a transformar esta nación azotada por los males de los antivalores y la corrupción, en mis sueños veo una Colombia, donde los colores de la bandera generen un verdadero sentido patrio. Una nación que construya rascacielos y edificios inmensos, y que los cimientos de estas bellas estructuras sea el orgullo de ser colombiano.
Hoy le digo al colombiano, tanto al rico como al pobre, tanto al gran empresario como al panadero, tanto al chef como al cocinero, tanto al médico como el enfermero, que es hora de implementar cambios que lleven a nuestro progreso y equidad conjunta y que la misma convivencia forme de nosotros la gran nación próspera que tanto esperamos. Puede, que sea solo un joven iluso, que tenga ideas que superen mis capacidades y que mis sueños sean más grandes de la misma tierra, pero el amor que tengo hacia mi patria supera cualquier dimensión escrita por la misma física, una unidad que ni siquiera la ciencia ha podido descifrar, esto no lo hago por presumir mis sueños, ni mucho menos. Lo digo es para que el pueblo sepa que más que su gobernante seré su consejero, en verdad esa es la función de un gobernante, aconsejar y guiar al pueblo, para que este tome las decisiones más imparciales y que a su vez colaboren a su fortalecimiento en moral y ética buscando siempre la bonanza de su patria.
El futuro, lo forjamos nosotros, así como el herrero forja su instrumento, así como Platón determinaba el demiurgo como el formador del universo, moldeando el concepto de idea. No soy filósofo y creo nunca lo seré, pero lo que sí sé es que nosotros hacemos nuestro camino y lo mejor de todo es que, aunque cometamos errores, la mayoría de estos, a excepción de la muerte, se pueden corregir en el mismo futuro. El futuro ya viene y en su venida, es hora del cambio, un cambio que, como ya dije, nos llevará de ser una pequeña tarabita a un gran puente que represente la unión de las dos “Colombias” separadas por el fuerte y caudaloso río de la polarización. Es hora de que ese puente haga que Colombia crezca y que la prosperidad de sus arcas llegue a todos los colombianos.


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