El inconformismo de los privilegiados
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- 14 ago 2020
- 3 Min. de lectura
Por: Nicolás León Beltrán
Este escrito está inspirado en la siguiente historia: Era el viernes 3 de julio, el segundo de los tres días sin IVA, oportunidad que mi madre aprovechó para comprar algunos artículos de belleza, al igual que ella, cientos de personas decidieron adquirir productos a través de medios digitales, razón por la cual el pedido llegó a altas horas de la noche. Eran las 9:45 pm cuando llamaron de la portería a informar que el domiciliario ya había llegado y que necesitaba bajar para recibir los productos. Hacía demasiado frío, incluso estaba lloviznando. Me puse la primera chaqueta que encontré, tomé la tarjeta de mi mamá para realizar el pago y me dirigí al ascensor sin saber que estaba a punto de tener una de las mayores lecciones de mi vida. Cuando llegué a la entrada de mi edificio me di cuenta de que estaba lloviendo realmente fuerte y que había un hombre mojado de pies a cabeza, pero que puso su máximo esfuerzo para evitar que el paquete que tenía en sus manos se fuera a mojar, era la persona encargada de traer mi pedido. Se veía que era un hombre joven, con acento colombiano, venía en una bicicleta que no estaba en buen estado y por su constante temblar me di cuenta de que realmente estaba con muchísimo frío y pues claro, era imposible no estarlo con ese diluvio que caía y el medio de transporte que utilizaba. En el momento que lo salude sentí mi cuerpo helado, era como una clase de remordimiento con pesar y tristeza, en fin, un sentimiento para el cual no conozco nombre. Después de un rato finalizamos la transacción y cada uno cogió su camino, él probablemente a seguir trabajando y yo a mi hogar, pero con miles de desorganizados pensamientos reflexivos.
No soy el más adinerado del mundo y estoy demasiado lejos de serlo, pero todos los días tengo la suerte de dormir bajo un techo, tener una nevera y alacena llena de comida, estudiar en uno de los mejores colegios de la ciudad y, por último, pero no menos importante, cuento con la fortuna de gozar de un estado de salud casi perfecto, todo eso no me hace rico, pero sí privilegiado. Estoy seguro que la gran mayoría de personas que están leyendo este escrito tiene una situación económica bastante cómoda, pero aun así, son incontables las veces que nosotros los “privilegiados” nos hemos quejado o reclamado a nuestros padres o conocidos por situaciones realmente insignificantes o sin sentido; como por ejemplo, que no tenemos el último celular que salió al mercado, que no nos dejaron ir a la fiesta o también comenzamos a compararnos con otros y decir que ellos tienen un mejor carro o una casa más lujosa, entre muchas otras razones. Este tipo de comparaciones por lo general nos hacen sentir inferiores a los demás, y adicionalmente, con el paso del tiempo, nos transforman en personas menos agradecidas y más soberbias, siempre queriendo tener más, más y más, sin permitirnos detenernos un momento para mirar y apreciar, pero sobre todo para valorar lo mucho o poco que tenemos y el esfuerzo que se necesitó para conseguirlo, he aquí el problema. “Las cosas en la vida no se compran con dinero, se compran con el tiempo de vida que necesitaste para conseguir ese dinero e irónicamente, lo único que no se puede comprar es el tiempo de vida” (Mujica,2017), esta frase desde mi concepto es verdadera y nos invita a valorar los objetos materiales y el tiempo.
Muchas veces somos desconsiderados y desagradecidos y nos quejamos por lo que tenemos, pero asimismo hay personas que no tienen la capacidad económica para comprarse eso de lo que tu tanto te quejas. En este momento millones de personas están pasando hambre, viviendo bajo un puente o deseando tener una familia que las apoye y los acompañe en este camino de la vida. Muy seguramente tú tienes todos estos privilegios, por eso mi consejo es ¡VALORA!
Cuando nos muramos no nos llevaremos a la tumba aquellas cosas materiales entonces no nos preocupemos por tener más que los demás, aprendamos a ser felices con lo que tengamos, agradezcamos por todo así sea mínimo porque muy seguramente hay alguien que quiere eso pero no puede conseguirlo y por último aprecia todo lo que tienes en tu vida, al fin y al cabo nada es para siempre y tal vez el día que te falte eso que hoy posees, te arrepentirás de no haberlo disfrutado cuando tuviste la oportunidad.


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