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La Sobrecarga del Desecho


Por: Santiago Cabra Chávez


Las redes sociales nacieron como un medio en el cual las personas que se conectaran pudieran ingresar a un nuevo modelo de comunicación social, en donde podrían compartir ideas, aspiraciones, encontrarse con amigos o desconocidos con elementos en común, entablar conversaciones, formar grupos o asociaciones, entre otros, todo esto desde la comodidad del hogar, o de cualquier punto del planeta donde se encontrará conexión al internet; pero como todo en la vida, la propia evolución de la intención principal de un proyecto o idea se puede ir tergiversando en la medida en la que nuevos potenciales o intereses, en especial aquellos económicos, son vislumbrados por inversores o especialistas en finanzas, los cuales buscan la forma de drenar al máximo todo el beneficio monetario que sea posible.


Lo anteriormente mencionado fue precisamente lo que ocurrió con las redes sociales, a medida que estas crecían de forma exponencial y se iban expandiendo, su potencial económico también lo hizo, un ejemplo consistente de esto es la famosa aplicación “Instagram”, la cual inició como un espacio en donde compartir arte, gustos y pensamientos por medio de fotografías que cada usuario podía subir a la plataforma y compartir con la comunidad, sumado a esto, se usaba un sistema de “likes” que permitía reaccionar positivamente a lo que los creadores subieran y una barra de comentarios donde expresar lo que se quisiera acerca del contenido posteado, hasta este punto todo marchaba sobre ruedas, a finales de 2011 el denominado “feed” aún se veía como un lugar relativamente limpio, en donde solo se observaba aquello para lo que fue previamente destinado el espacio, no obstante, la popularidad de esta aplicación se multiplicaba, miles de usuarios se registraban diariamente y se sumaban a los más de 25 millones que la plataforma acumulaba para diciembre del mismo año, esto llamó la atención de uno de los grandes de las comunicaciones online, Facebook por supuesto, llevando a que los derechos de Instagram fueran comprados en 2012 por la compañía, por un precio que rondaba los mil millones de dólares (Isaac , 2018) , para esa época, Facebook ya era un espacio que mostraba los indicios de lo que se convertiría, la publicidad empezaba a volverse cada vez más frecuente, el aumento de los contenidos basura, además del comienzo de lo que sería la época más próspera para la cultura de los “memes” abarrotaban la pantalla de los cibernautas, los cuales se veían inmersos en una sobrecarga de información de consumo veloz; no tardó mucho para que la nueva adquisición de la empresa fuera puesta a prueba con esta misma metodología, lo que antes había sido un lugar libre, en donde la expresión artística y la naturaleza reinaban el “feed”, se convirtió rápidamente en un engranaje de consumismo, publicidad y adoctrinamiento.


Hoy en día cuando ingresamos en la aplicación nos encontramos con todo lo previamente nombrado, no se puede deslizar por más de un minuto, sin haberse topado ya con humor decadente, personajes deplorables haciendo acciones que dejan mucho de qué hablar y publicidad direccionada por algoritmos que leen la información de nuestras búsquedas en la red, un método bastante cuestionable y escandaloso que estalló como una burbuja ante la opinión pública en años anteriores (Solis, 2019), aparte de esto, las crecientes páginas de “memes” que han aumentado sus seguidores en los últimos años, se centran en atraer la atención con fotos de mujeres semidesnudas o anuncios con frases como “mira el final de este video en el siguiente link” o “sigue esta cuenta para ver la magia”, todo esto sujeto a fines de beneficiarse económicamente, ya que la plataforma brinda recompensas monetarias a cuentas con cierto número de seguidores; retomando el tema de las fotos de modelos o actrices semidesnudas, nos encontramos con que también hubo un escándalo relacionado con el tema, después de que recientemente se descubriera que el algoritmo de Instagram priorizaba las fotos en donde había poca ropa, esto sin mencionar que dentro del mismo habían caracteres raciales que definían qué contenido primaba para ser visibilizado (Forbes, 2020).


Partiendo de todo lo mencionado, se denota la finalidad de las redes sociales en el diario vivir, hace mucho que dejaron de ser “herramientas” para conectarse con las personas, ahora solo son parte de una inmensa maquinaria de acción para el consumo, con una mezcla de información básica, rápida y desechable, que no brinda nada útil para nuestras vidas, pero que aun así consumimos de forma voraz todos los días, solo queda preguntarnos ¿verdaderamente necesitamos de las redes para sostener una vida social?, o ¿será que ya estamos demasiado atrapados en la telaraña de atracción que nos ha generado la conectividad moderna como para que nuestras interacciones sociales sean impensables sin la tecnología?


Bibliografía:

1. Isaac, M. (2018). Los cofundadores de Instagram dicen adiós a la plataforma. Retrieved 6 July 2020, from https://www.nytimes.com/es/2018/09/25/espanol/instagram-fundadores-facebook.html

2. Solís, A. (2019). Estalla la burbuja de los anuncios personalizados de Google y Facebook. Retrieved 6 July 2020, from https://www.economiadigital.es/tecnologia-y-tendencias/estalla-la-burbuja-de-los-anuncios-personalizados-de-google-y-facebook_629981_102.html

3. Staff, F. (2020). Algoritmo de Instagram prioriza fotos con poca ropa: estudio. Retrieved 6 July 2020, from https://forbes.co/2020/06/16/tecnologia/algoritmo-de-instagram-prioriza-fotos-con-poca-ropa-estudio/

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