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Las masas tendrán que salir a las calles

Por: Sara Juliana Cruz Cataño

Javier Humberto Ordóñez sí fue asesinado en Bogotá por la Policía Nacional de Colombia el miércoles 9 de septiembre del año 2020. “Ya, por favor, ya, no más. Por favor, no”, fueron las últimas palabras de Javier antes de ser asesinado a golpes en un CAI. Más allá de la ironía encontrada en el temor que inspira esta organización que supone tener un propósito completamente opuesto (¿implorar para que, quien supone garantizar seguridad y protección de la vida, decida dejar de ejecutar choques eléctricos con un taser de manera incontrolable?) es indignante la forma en la que se justifica el asesinato de Ordóñez por una tendencia histórica que normaliza el inmoralismo de la autoridad. “Estaba borracho, ¿quién lo manda?”, siendo esto un argumento evidentemente rebuscado, en el que se refleja la necesidad de conservar un poder que vigila a todo aquel que pide una reforma estructural de una organización que no cumple como corresponde con sus funciones, pero definitivamente sirve a todo aquel que se disfrace de policía para demostrar su genuina pero vergonzosa “solidaridad” hacia la Policía Nacional. El 25 de noviembre de 2019, Dilan Cruz fue asesinado en Bogotá después de que un miembro del ESMAD le disparara una bolsa llena de perdigones que le impactó en la cabeza, mientras asistía a las protestas sociales contra del Gobierno de Iván Duque. A pesar de no haberse esclarecido este caso hasta el día de hoy (diez meses después de que haya ocurrido) está lejos de ser olvidado. Conversaciones van y vienen, discutiendo si Dilan era un vándalo o no, (encontrar respuesta a tal paradigma es una pérdida de tiempo: no se justifica su asesinato). Personas como María Fernanda Cabal, definirían vandalismo en su inteligible pero existente “Guía para resolver desacuerdos a la fuerza antes que con el diálogo” algo como: “vandalismo: s.m. Enfermedad crónica exclusiva de personas, o en su defecto, mamertos que quieren todo regalado”. Qué costumbre tan agotadora de venerar ciegamente a figuras como Cabal que contaminan las ideas progresistas de una forma un poco paradójica: aportando absolutamente nada. Se cree que se debe asesinar a quienes acuden a una supuesta vía criminal (cuando únicamente se ejercía un derecho constitucional) y lo que personas como ella no saben, es que solo muestra su incompetencia e incapacidad de reformar la causante, mas no la consecuencia.

Juliana Giraldo fue asesinada por el Ejército colombiano. “Los soldados se encontraban a 500 metros, así que Francisco Larrañaga, su esposo, decidió darle vuelta al Mazda 626 blanco para retornar por la tarjeta de propiedad del carro y la cédula de Juliana, a quien se le habían quedado los papeles. Pero dos uniformados salieron de un cañaduzal y trataron de detenerlos. Gritaron “¡pare!” y luego dispararon. Una de las balas entró por el parabrisas trasero, pasó cerca de Jorge Ruiz, otro de los ocupantes, y se alojó en la cabeza de Juliana.” (Semana, 2020)


Mientras tanto, la cuenta de Twitter del Ministerio de Defensa tiene el atrevimiento tan lastimosamente predecible de twittear “¡Gloria al soldado! #FelizViernes” Holmes, hable por usted. Al parecer, por felicidad entendemos cosas completamente diferentes. Para unos, felicidad es que se esté incrementando el número de víctimas en dos años de Gobierno Duque, siempre y cuando no exceda el número de bajas en los ocho años de Gobierno Santos. Mientras que, felicidad para quienes rechazamos la devastadora acción del Estado, no es solo anunciar el replanteamiento de las Fuerzas Militares para así direccionar sus responsabilidades hacia una organización transparente y justa, sino también ejecutar dicha reforma. A Ánderson Arboleda, joven afrodescendiente, miembros de la policía lo mataron al golpearlo incansablemente en mayo del año 2020. Recuerdo muy bien que esta noticia salió unos días después de la conmoción por el asesinato de George Floyd, cuando personas de todo el mundo protestaron por el asesinato y la gestión tan negligente de Donald Trump. No voy a mentir sobre la decepción tan grande (pero esperada) que me dio ver cómo a través de las redes sociales se mostraba un fenómeno de abuso de autoridad en una dimensión mundial, y aun así, colombianos que habían mostrado inconformismo con el caso de Mineápolis, fueron indiferentes con respecto al caso de Ánderson y el resto de los casos en Colombia. Y siempre ha sido así, ¿no? A lo que me refiero no es precisamente que el colombiano promedio jura que acá no pasa nada… para eso habría de vivir en otra Colombia a la que todos conocemos. Sino que, con frases como “yo me voy del país porque definitivamente este platanal es un caso perdido”, solo demuestra ese egoísmo y recelo invertido de creer que acá es el único país que tiene conflictos por arreglar. Y mi intención no es imponer que hasta que el país esté en perfectas condiciones no se puede viajar, no. Ese egoísmo va de la mano con ignorancia: que usted sea privilegiado no significa que ese idealismo de que existe el país utópico, sea real. Hace unos días en Twitter se viralizó un vídeo en el cual un grupo de la policía, de nuevo con un brutal exceso de la fuerza, golpeaba a un campesino por no hacer uso del tapabocas en Antioquía.

Pero a María Fernanda Cabal, ¿no le dicen nada, no? se quita el tapabocas en un espacio con más de 15 personas para decirle a los jóvenes (que protestaban por la celebración indolente a razón de la reapertura de un CAI), que agradezcan la ardua labor de los policías, y que, a no ser de que fueran funcionarios de la Alcaldía, no tenían la potestad de emitir una sola palabra con respecto a los asesinatos sistemáticos a los jóvenes. En fin, la hipocresía. En Kennedy, julio de 2020, un joven de 23 años murió después de que un policía le disparara. A continuación el testimonio de su hermano.“Él (policía) me apuntó a mí. Me dijo: 'Vea cómo me volvió'. Yo le dije: ‘Yo no fui’, y levanté las manos. Otro policía le dijo: 'Fue uno de barba', mi hermano era el único que tenía barba. Él (el uniformado) le dijo: 'Vea cómo me volvió' y ahí le disparó" (El Tiempo, 2020)


Ese revanchismo sustentado con la ley de Talión me es impensable. Pero bueno, esa forma de justicia retributiva e inhumana nació en el siglo XVIII a.C, siendo parte de la ley más antigua en el mundo, o como muchos lo conocen, el Código de Hammurabi, no basta decir mucho más para dar cuenta del arcaico comportamiento de las Fuerzas Militares y de Policía. Y eso que la ley de Talión al menos decretaba un castigo de la misma magnitud que el crimen cometido, en el 2020, por cada graffitti y vidrio roto se cobran tres vidas.


"Estaban trabajando cuando de repente llegaron ocho motos y unas tres patrullas, se bajaron y las empezaron a insultar y a correr. Con los bolillos les golpearon las piernas y los glúteos. También les dispararon con una especie de balas que, creemos, son de goma. Lo más grave es que este no es un hecho aislado. La Policía tiene un modus operandi que es agredirlas en sus implantes de silicona, donde se generan traumas severos", relató Juli Salamanca, vocera de la Red Comunitaria. (El Tiempo, 2020) Un aspecto sobre el cual quisiera hacer hincapié, es que no existe una voluntad política clara en torno a los derechos de las mujeres transgénero; a pesar de que las leyes imponen diversas obligaciones del Estado a favor de ellas, estas no se ejecutan, se desconocen y pareciera que a nadie le interesa hacerlas cumplir. Las mujeres que residen en las zonas relegadas por la violencia en Bogotá, ven reducidas sus expectativas de bienestar, con escasas oportunidades para recibir educación y servicios de salud, por lo que tienen muy pocas oportunidades de llegar a un nivel social y económico que les permita llevar una vida digna. La falta de asignación presupuestal y de funciones en las entidades públicas, termina dejando a las mujeres de las zonas marginadas, que se encuentran en un entorno social tan cruel, desamparadas, en términos de justicia e igualdad. Cierro con este fragmento del libro La Guerra y la Paz de Santiago Gamboa “...y entonces vendrá el momento de la sociedad civil; las masas tendrán que salir a las calles, las multitudes deberían hacer sonar su voz para apoderarse al fin de este malhadado país y hacer suyos todos los departamentos y regiones, cuencas orográficas, valles y llanuras; los picos más altos y las costas, las lagunas y los ríos, las lluvias y el aire y las montañas y las nieves perpetuas; la gente tendrá que salir a vociferar para hacerlo suyo.” (Gamboa, 2018, pág. 219) Bibliografía: Anónimo (2020, 10 de septiembre) No es la primera vez: otros fatales procedimientos policiales. El Tiempo. https://www.eltiempo.com/bogota/bogota-javier-ordonez-otros-casos-de-exceso-de-la-fuerza-en-la-policia-536852. Anónimo (2020, 27 de septiembre) Amor, muerte y perdón: los detalles del asesinato de Juliana Giraldo.. Semana. https://www.semana.com/nacion/articulo/amor-muerte-y-perdon-los-detalles-del-asesinato-de-juliana-giraldo/202025/ Gamboa, S. (2014). La guerra y la paz (1st ed.). Bogotá: Debate.






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