N’a pas de titre

Por: Nicolás León

Fría habitación, fría noche, fría vida. Delirios de escritor, delirios de poeta, delirios de filósofo, al final, diagnóstico de loco. Nuevamente, sin darme cuenta me encuentro dónde aborrecía y temía estar, en el ocaso, ocaso sin rumbo, ocaso sin esperanza, ocaso sin vida, en fin, en alguno de los siete círculos del infierno de Dante. Infierno de recuerdos, que se queman en las llamas, llamas que dejaron de arder en el momento que decidiste partir y de pasiones que dejaste por encender.

Hablando con Caronte, cruzando el Aqueronte, pensaba en ti, pensaba en mí, pensaba en nosotros, no pensaba en nadie. Gritos de desesperanza, gemidos de angustia, alaridos de temor y suspiros soledad, que eran amordazados por el piano de Chopin y Nocturne C-Sharp Minor, sus notas eran lo único que me mantenían en el inexplicable paso por eso que los cuerdos decidieron llamar “vida”.

Sin embargo, ese último apego racional a la existencia tal y como la conocía era un eterno absurdo, absurdo preludiado alguna vez por Camus y la mitología con alguna irracional alegoría. En un último acto de desesperación te imploro que nuestra locura que raya con la demencia nos lleve del Inframundo al Olimpo, de las puertas de Plutón a los pies de Júpiter.