Para los que se van a graduar ️
- Legacy Post

- 16 jul 2020
- 2 Min. de lectura
Por: Sofía Villar Cortés
2020, aquel maravilloso año que calculamos desde que pudimos aprender a contar y que a la distancia significaba una toga y un birrete. Una cuenta regresiva que parecía eterna pronto llegó a su final, pero como nos lo enseña la vida, el fin muchas veces no es el esperado. Llegó nuestro último primer día, y al poco tiempo, el último. Tal vez todos lo hubiéramos valorado más de haber sabido que ese preciso día, ese que simplemente vimos como rutina, iba a ser en el cual tendríamos la última oportunidad de sentarnos en aquel pupitre. Mi última risa, chiste, apunte y participación, son hoy en día momentos que desearía no haber pasado por alto, pero de nuevo, si hubiera sabido.
Los últimos sueños y planes que se encontraban al final de la burbuja feliz y de algún modo fácil, a comparación de lo que nos espera, llamada colegio cayeron con una velocidad incalculable; y con ellos las sonrisas de muchos se desvanecieron. Llegó la cuarentena. Un momento de reflexión y productividad al cual nunca estuvimos acostumbrados, pero sin verlo, nos haría bien. Un momento en el que las camisas, los relojes y el maquillaje no son visibles, pero la personalidad, el carisma, la fidelidad y amistad sí lo son. Un momento en el que demostraríamos lo preparados que estamos para el mundo real, ya que este nunca es certero.
Es el momento de demostrar madurez, motivación y positividad. La vida es un ratico, pero desde donde estamos parados se ve como una eternidad. Así que, ¿qué hay en una eternidad? Hay más sueños, más risas, más momentos. Este era el final de una de las etapas más bonitas de la vida, sí, lo era. Pero para cada destino existe una ruta y como dicen por ahí, “Lo importante no es la meta sino el camino para llegar a ella”. Todos vivimos años felices y lo más importante al fin y al cabo son los recuerdos. Once nos enseñó a valorar, a decir adiós; pero también a seguir soñando, tener esperanza y mirar hacia lo que se viene adelante. Nos enseñó que la felicidad realmente depende de uno, y que como niño que no sabe nadar, hay que patalear para no ahogarnos.
Después de los tiempos difíciles, vienen los buenos. Nada es gratis en este mundo, lo bueno menos, tal vez este era nuestro pequeño precio para pagar. Gracias once por mostrarme que lo bueno está por venir, pero también lo bueno está en lo que ya viví.


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