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En un abrir y cerrar de ojos todo puede cambiar


Por: Gabriela Guayara Mosquera

Estudiante de Relaciones Internacionales

Universidad del Rosario


Desde muy pequeña siempre me gustó tener bajo control cada decisión y cada paso que iba a dar. La gran mayoría de las noches antes de dormir, hacía una lista mental de todas las posibles situaciones que podrían llegar a suceder, imaginando cómo lograr la perfección en estas para que así al siguiente día yo pudiera vivir la película que me había armado. Si las cosas no resultaban de la manera como yo quería, la frustración generaba que el enojo y la tristeza me amargaran. Lo sé, así como se lee podrían llegar a pensar que tenía una pequeña obsesión con el control, lo cual es totalmente cierto y aunque fuera solo sobre mi vida, esto me estaba generando conflictos conmigo misma y problemas de salud. Sé que muchos viven situaciones similares, creyendo que de esta forma evitarán ser lastimados, alcanzarán el éxito o simplemente creen que así lograrán ser felices; pero créanme, y se los digo por experiencia propia, todo cambia en un abrir y cerrar de ojos.

En enero del año pasado me preparaba para disfrutar del que yo pensaba sería el mejor año de mi vida, tenía ya la ruta planeada. Iba a disfrutar mi grado 11, bailaría hasta el amanecer con mis amigos, sacaría buenas calificaciones y aplicaría para estudiar en Estados Unidos. Pero la vida me dio un vuelco el 31 de enero del 2019.

A una semana de haber entrado al colegio, el miércoles 30 de enero me sentía muy enferma y no podía caminar erguida del dolor de estómago. Resultaba ser que tenía apendicitis, me operaron al día siguiente. Esa misma noche del 31 ya estaba en mi casa recuperándome. Sabía que la operación era muy simple y que mis planes no habían cambiado, solo tenía una semana de retraso por la incapacidad, pero estaba segura que esa operación no significaba un cambio trascendental en el plan inicial. Me estaba equivocando.

Exactamente un mes después, en la herida me estaba saliendo una bolita que con el pasar de los días se hacía mucho más grande, hasta el punto que no pude pararme de la cama una mañana. Al llegar al hospital los médicos me aseguraron que era una infección y que con un procedimiento quirúrgico muy mínimo yo iba a poder volver a mi rutina. Entré confiada al quirófano y al despertar de mi anestesia me enteré que una operación de 20 minutos se convirtió en una de 5 horas ya que yo no tenía una infección, me había dado peritonitis un mes después y mi cuerpo estaba acumulando todos esos residuos en una masa enorme que tenía que ser drenada antes de que se esparciera por todo mi sistema. Tuve que estar hospitalizada hasta que esa gran infección saliera por completo, sin comer ni tomar nada por 5 días. Yo no podía creer lo que estaba pasando, un día estaba tirada en la cancha de fútbol echando chisme con mis amigas y al otro estaba tumbada en una cama de hospital canalizada con antibióticos. Me llené de rabia, tristeza y todo tipo de emoción negativa que se puedan imaginar. Lo peor llegó cuando por fin pude volver, después de dos meses, al colegio. Me había perdido de muchísimas cosas a nivel académico y personal. Sentía como si fuera mi primer día, mucho cambió y parecía que la vida había seguido y yo me había quedado estancada. Culpaba a cuanta persona me cruzaba, pero lo peor fue que me culpaba a mí por haberme enfermado, por haber arruinado lo que yo pensaba iba a ser el mejor año de mi vida.

Se preguntarán porque en vez de contarles sobre mi experiencia universitaria y darles consejos de como tomar una de las decisiones más importantes de su vida decidí que el tema de mi columna fuera el cambio. Simple: ustedes lo están viviendo. Sé que muchos tenían la misma esperanza en su grado 11 como yo hace un año y que esta situación a causa del COVID-19 les ha generado un sin sabor en su boca y tal vez una pelota de sentimientos negativos, ¿por qué a nosotros?, ¿por qué en mi último año? Lo sé, lo viví en carne propia. Tal vez no de la misma intensidad en la que lo están haciendo ustedes, pero déjenme darles un consejo. La vida es perfecta y el universo sabe cómo hace las cosas. No se dejen llevar por el hecho de que la película que se habían armado sobre este año no resultó ser la que esperaban. Créanme cuando les digo que un año no los define y tampoco marca el rumbo que tomarán sus vidas. Déjense asombrar por las pequeñas cosas que la vida nos da: el olor a caramelo del cine, el frío de la noche y hasta el cantar de los pajaritos a las 5:00 am. Nuestro camino siempre toma direcciones inesperadas y a veces no entendemos el porqué, pero ese es el bello sentido de vivir, sorprenderse y dejarse llevar por los cambios que toma el universo. Estoy muy segura de que la vida los va a recompensar, lo hizo conmigo, solo necesitan abrir los ojos y dar ese salto de confianza.


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